domingo, 27 de enero de 2013

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No me juzguéis muy duramente, estoy muuuy oxidada.





En días como hoy suelo preguntarme dónde demonios habrán ido todas las cosas que sentía antes. Cuando era un adolescente, me bastaba ver que a cualquiera le iba mejor que a mí para ponerme verde de envidia, el más insignificante desengaño amoroso era suficiente para desatar el drama y el triunfo más absurdo me convertía en el rey del universo.

Ahora tengo 33 años y ya no me importa nada. 

Mi jefe tiene una vida que no se merece, hace mucho tiempo que sé que mi mujer ya no me ama, y mis triunfos… digamos que lo poco bueno que he hecho en esta vida ha pasado sin pena ni gloria.

Y me da igual. Es como si mi capacidad de sentir se hubiese marchado para siempre a alguna cabaña recóndita en medio del bosque, agotada de la sobrecarga emocional a la que era sometida. 

Quizá a todo el mundo le pasa. Me lo planteo cuando veo a mi madre estirar el cuello, como una jirafa que trata de llegar a la rama más alta del árbol, para mirar con escaso disimulo la terraza de los vecinos. Supongo que en algún momento su vida dejó de interesarle lo suficiente y tuvo que encontrar un sustituto.

También me lo planteo cuando observo a mi mujer nadar entre recuerdos que le taladran la cabeza. Cree que antes era más feliz, no se ha dado cuenta de que lo único que ocurre es que antes era capaz de disfrutar de esa felicidad.

Pero yo no encuentro nada a lo que aferrarme, ningún sustituto, ningún refugio. Probablemente es por falta de ganas… no tengo fuerzas para luchar contra la naturaleza. 

Sería como enfrentarse a un dragón con un estúpido cortaplumas

Hace tiempo, cuando lo veía todo negro y el dolor me zarandeaba como a una hoja en medio de un huracán, deseaba que los sentimientos tuvieran una rueda de intensidad, como la del volumen de un radiocassette. Entonces hubiera dado cualquier cosa por acallarlos, por un instante de paz, por dejar de sentir.

Ahora, cuando pienso en ello, casi deseo que ese dolor vuelva. 

Pero creo que en realidad ni siquiera me importa.



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